El Barranco de Lobo, donde nos encontramos, se sitúa en la provincia de Granada, a unos 40km de la capital, con una altitud de unos 700m sobre el nivel del mar.

Contamos con 14 hectáreas de tierra, repartidas en dos granjas que se han dedicado a la producción ganadera y agrícola desde hace más de 20 años, y miles de olivos, repartidos en hileras por toda la finca que prometen cuidar el medio ambiente y darnos un sabor brillante en nuestras cocinas.

Pero nuestra historia existe antes que nuestras hileras, nuestra historia define lo que somos, cómo hacemos las cosas y sobre todo, porque nos gustan que sean únicas y extraordinarias, como nuestra familia. 

Pedro Rico Trujillo y María Pérez Pérez, en los años 50, llegan a la Dehesa de Salar, en el Barranco del Lobo, donde se asientan y forman una familia con 6 hijos. Se dedican al campo y tienen animales que crían para el consumo propio. 

En los años 70, ya mayores, deciden ir a vivir a un pueblo cercano (Villanueva Mesía) donde terminan sus años de vida. Tomás, el mayor de los hijos, se queda con el terreno de los padres y sigue viviendo un tiempo más allí, hasta que finalmente emigra a Barcelona con 4 de sus hermanos, momento duro para una familia que siempre se había regido por la unión y el esfuerzo comunitario.

Y momento más duro aún para Antonia, la única que decide seguir su vida en Villanueva Mesía, siendo consciente de que miles de kilómetros la separan de sus hermanos, por los que siempre sintió un gran afecto. Años después, Antonia formaría una familia junto a Pedro Rico, dejando su legado a sus 10 hijos, que se encargarían de consolidar los valores que representa el apellido Rico.

Tras muchos momentos duros, de superarse a ellos mismos, de poner en balanza lo importante, de luchar por una familia siempre unida y que lleva su fuerza y su amor por bandera, los hijos de la familia hacen sus vidas, unos estudian, otros deciden emigrar, otros prefieren conservar su vida en el pueblo y seguir el legado de sus padres…

A día de hoy, Pepe y Damián Rico, hijos sucesores de Antonia y Pedro, son los que siguen gestionando y sacando adelante la tierra que vio nacer a sus padres y que ya cuenta con el paso de 5 generaciones. Son los que han decidido ir más allá del terreno que siempre conocieron, y los que quieren hacer ver al mundo que con unión y mucho amor, los límites no existen.

Por eso, somos una empresa familiar, que lleva el apellido Rico con orgullo y que siempre unida, siente una profunda pasión por preservar la belleza natural de la tierra que nos vio crecer, mientras produce aceite de oliva virgen extra de alta calidad y respetuoso con el medio ambiente. 

Siempre hemos vivido muy ligados al campo. La agricultura y la ganadería fueron y siguen siendo nuestra forma de vivir y de entender quienes somos. 

La producción de aceite de oliva ecológico conlleva numerosos retos y requiere un esfuerzo inmenso. Sin embargo, la unidad de la familia y la visión compartida nos mantiene decididos.

Con cada gota de aceite que producimos, nuestra familia también cosecha la satisfacción de saber que el legado Rico sigue creciendo y será duradero. Un legado que trasciende el ámbito comercial, un legado de amor por la tierra y la familia, un legado de esperanza para un mundo mejor.